En un día como hoy pero hace 13 años decía adiós a este mundo el Dr. Julio Antonio Gutiérrez Gutiérrez.
Julio Antonio Gutiérrez Gutiérrez nació el 23 de octubre de 1915. Es el hijo mayor de Julio Aníbal Gutiérrez Michelin y Luisa Gutiérrez Jiménez.
Mucho se puede decir de el Dr. Julio Antonio Gutiérrez Gutiérrez, sus ocurrencias son recordadas por todos los que lo conocieron. Además hay que destacar que Don Julio dejó importantes manuscritos con información y documentación sobre la Familia Gutiérrez. El proyecto Los Gutiérrez a través del tiempo busca ampliar y culminar el importante trabajo de Don Julio.
Falleció el 17 de mayo de 1999.
En 1995, cuando Don Julio cumplía 80 años el Sr. Alfredo Ibáñez Franco publicó una nota en el periódico El Mundo que –a modo de homenaje– transcribimos a continuación:
Perfiles Domingueros: El Dr. Julio A. Gutierrez G.[1]
El Mundo. 29/10/1999 |
Nos conocimos con el Dr. Julio A.
Gutiérrez allá por el año 1952 en la ciudad de Camiri. Lo conocíamos más antes,
sólo de nombre cuando yo veía su nombre en los más grandes rotativos
nacionales, en el avisaje profesional, entre los raros abogados bolivianos con
buffete en la Ciudad de Buenos Aires; aparte de saber que era hijo del
connotado hombre público, cuyo homónimo él lleva.
Cuando lo conocí, me pareció bien raro
encontrarme con un hombre tan sencillo, no obstante su rancio abolengo, fortuna
que tuvieron sus padres, esmerada educación en los mejores colegios de Santa
Cruz y La Paz, sus relaciones con las elites de la juventud paceña, cuando su
padre era diputado, senador o ministro de las carteras más importantes como de
relaciones exteriores y de guerra, además de alumno aventajado en todos los
niveles.
Jamás lo escuchamos sacar a relucir leyendas de nobles y
amarillentos pergaminos, siempre sencillo y más apegado a los pobres, por
aquella innata tendencia, siendo muy joven, estando caído el M.N.R, se incorporó
a sus filas juramentándolo en el exilio, el mismo jefe Dr. Paz Estenssoro.
Profesionalmente, no cabe duda que ha sido un abogado de lujo, tanto por su inteligencia
versátil, el profundo conocimiento de la ciencia jurídica, lo taxativo en sus
cuestionamientos y una sintaxis, increíblemente concisa en sus escritos, que en
cuatro líneas lo decía todo, cuando ejercía su profesión y también supo
ajustarse el cinturón, para hacerse escuchar con magistrados y abogados de la
parte contraria, cuando el foro cruceño era pequeño, estuvo entre los mejores
civilistas, con el Dr. Eustacio Chávez. Pudo hacer mucho dinero con su
profesión, pero no lo hizo, porque sirvió al pobre y al amigo gratuitamente.
Generalmente se les dice “locos” a los hombres fuera de
serie o que son sui géneris en algún lugar, o son quijotes; de todo ello ha
tenido un poco Julio Gutiérrez Gutiérrez y ahora, que ha cumplido sus ochenta
primaveras, en un social de uno de nuestros matutinos, hay que relievar su
nombre no sólo en forma seria, sino también jocosa, como siempre le gusto a él.
Por ejemplo, diremos seriamente que
como pocos, gozó de su profesión de abogado, dio varios periplos a nuestro
planeta, llevando la representación de Bolivia y, en broma diremos, que como
buen cruceño, cada que viajó, lo hizo llevándose buen “horneau” de tapeque.
En Camiri lo bautizamos con el
sobrenombre de “platillo volador”, porque tan pronto estaba en Yacuiba,
Cordillera y Santa Cruz, también estaba en Buenos Aires y La Paz. El apodo
llegó hasta esta ciudad y le duró mucho tiempo y el que más reía de la
ocurrencia, era su compañero de bufete, Orestes Harnés Ardaya.
También él hacia reír, todos los días
que iba al café “Viena”, frente a la Policía. Una vez que se encontró con varios
universitarios que lo esperaban para hacerle una consulta o mas bien, varias
consultas, él las absolvió inmediatamente y brillantemente; pero les hizo un
advertencia: “pero no crean que es fácil la profesión de abogado; para ser buen
abogado hay que se entrador, como perro de pobre, que se entra a cualquier
cocina y abusivo, como paco de policía”.
Los años que no perdonan y que no
“pasan en vano”, todavía le retienen una joven esposa y unos guapos muchachos
de la ultima “echada”, aparte del asma, que le sirve todavía para toserles a
las peladas. Los ochenta todavía le sobran las fuerzas para largo, por lo menos
“del cinturón pa arriba”. ¡Felicidades Julio!
[1]
Artículo del Sr. Alfredo Ibáñez Franco publicado en el periódico El Mundo el 29
de octubre de 1995.
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